viernes, 1 de abril de 2022

JAUME MARTÍNEZ, futuro alcalde de Palma.


En la foto con Ángel Cortés y Jaume Martínez a la derecha.

La primera vez que vi a Jaume Martínez fue una noche de septiembre de 2011 en la galería de arte de La Misericordia. Vino a ver la exposición de pintura que hacía mi hijo sobre el Alzheimer. Le encantó y en la puerta, justo antes de irnos, nos dijo que le gustaría comprar obra de Martín. Y cumplió su promesa. Desde esa noche tuvimos una relación intermitente y muy agradable como solo se puede tener con Jaume, un demócrata progresista de los pies a la cabeza, aunque sea del PP. Esto último lo digo porque hay personas que creen que los progresistas solo están en la izquierda, pues no, en la derecha también hay políticos con los que se puede hablar de libertad y de derechos humanos. Jaume Martínez es uno de ellos. El martes pasado comí con él en el restaurante El Bula de Ángel Cortés, otra persona defensora del arte en toda su naturaleza, amigo de muchos artistas de la isla, siempre dispuesto a ayudar. Pues bien, tal día Jaume comió potaje de garbanzos de primero y cochinilla de segundo. Yo comí también potaje y de segundo rape. Todo exquisito por un menú de 14,00 euros, creo recordar. El almuerzo fue largo e intenso donde hablamos de muchas cosas como por ejemplo del fraude laboral. Muchísimos/as desaprensivos están de baja sin motivos, simplemente porque no les gusta trabajar. Pero seguro que luego votan en contra del empresario. También se habló del carril bicicleta. Los dos estuvimos de acuerdo en que tiene que estar, lo que es absurdo es meterlo con calzador en calles imposibles como la de Archiduque Luis Salvador. También hablamos del catalán. Los dos estuvimos a favor de que se enseñé en catalán, pero no estamos de acuerdo con que si alguien quiere que sus hijos estudien en castellano no pueda hacerlo. Pero nuestro tema principal, como no podía ser de otra manera debido a mi condición de artista, fue La Cultura, la bendita cultura que no llega a establecerse definitivamente en las islas. No le encontramos lugar, y ahora menos con el catalán. El ejemplo más claro es lo que programa el Teatro Principal y en lo que produce su fundación. “Qué se puede hacer con la cultura”, me preguntó Jaume. “Complicado”, le respondí yo. “Tendría que ser y estar al alcance de todos”, me dijo y continuó hablando: “La cultura no tiene que tener ni color ni lengua. Es universal, y mientras haya políticos incultos que no lo entiendan, no iremos bien.” Ya al final, a la hora de los cafés, me preguntó: “Tú, que has vivido y aún te desenvuelves por Madrid, ¿qué opinión tienen los madrileños de nosotros en cuanto a cultura? Y yo le dije lo que tantas veces he dicho: “Para los madrileños Mallorca es la isla donde sus padres estuvieron de luna de miel y donde van los veranos a alquilar un barco para recorrer las islas. De nuestra cultura no saben nada.” También tocamos el tema de IB3 y es más de lo mismo. “Triste”, ¿no?, dijo. Jaume Martínez me dejó bien claro que si es elegido como alcalde de Palma cambiará la cultura sin excluir a nadie. Fue reconfortante comer con un señor que le preocupa lo que piensa el palmesano, que quiere lo mejor para él sea del color que sea. “Yo no tengo problemas con ningún partido de izquierdas porque parto de la base que hay que dialogar y unirse para sacar a un país adelante.” Estoy convencido que si un día Jaume Martínez es nuestro alcalde los mallorquines (y peninsulares) estaremos más unidos.