jueves, 22 de septiembre de 2016

BASURA CON GENUINO SABOR MALLORQUÍN

El pasado domingo nos fuimos a comer a la casa de unos amigos en Llucmajor, y justo en el desvió a la derecha para entrar en el estrecho camino que lleva a su casa, me encontré con esta maravilla, máximo exponente de la gestión política con respecto a la limpieza de la isla. Pero eso no fue lo peor. Lo peor fue que un turista metido en un coche de alquiler le hizo una fotografía. Yo, muy amable, le pregunté si me dejaba fotografiarlo a él tirando la foto a la basura, y me dijo que no sonriendo y se fue escapado. A lo mejor dentro de unos días vemos la foto en la portada de algún periódico alemán o inglés. En fin, una vergüenza. No sé en qué emplearán el tiempo los funcionarios del Ayuntamiento de Llucmajor, pero les aseguro que en tener limpio su municipio no. Porque hay que tenerlos bien grandes (mujer o hombre) para permitir esta estampa de una isla donde su mayor ingreso es el turismo. Aún recuerdo los años que estuvieron pasando los carritos con caballos por el centro neurálgico del Barrio Chino sin que nadie hiciera nada. O el libro más vendido (y se sigue vendiendo) de la historia de Mallorca: Un invierno en Mallorca, donde la ilustre George Sand nos calificaba de cerdos. Basta decir que en mi calle hace una semana que se han llevado los contenedores de basura y aún no las han repuesto. Todos los vecinos tenemos que recorrer unos setenta metros para tirar nuestras bolsas. ¡Cómo somos los mallorquines! A la señora Armengol le preocupa que Catalunya recuperé su lugar y le da igual que se amontone la basura en nuestra isla. ¿Realmente nos importa lo que digan de nosotros? Es evidente que no.


Acrílico sobre madera de Martín Garrido