sábado, 28 de octubre de 2017

Domingo, maldito domingo

Domingo, maldito domingo. ¿Por qué extraña razón odio los domingos? Ni incluso cuando iba al colegio lo odiaba. Lo encuentro un día triste aunque haga un sol radiante. Muchas veces pienso que es quizá porque mi prima María Antonia murió un domingo a la edad de siete años. Lo recuerdo perfectamente. Estábamos en la casa de mi abuela en Son Pardo. Llegó un señor y le dijo a mi tía Margarita que mis primas habían tenido un accidente y que estaban en la Casa Socorro. Mi prima murió ese domingo al caerse de una bicicleta con tan mala suerte que pasaba al mismo tiempo un hombre con una moto y un pequeño remolque. María Antonia pegó con la cabeza en una de las esquinas del remolque. Para colmo el hombre iba bebido. Al hombre no le pasó realmente nada, ni siquiera le quitaron el carnet porque era municipal. Así era la época de Franco. Lo digo por esos gilipollas que dicen que estamos viviendo en dictadura. Quizá sea por eso que no soporto los domingos. No puedo quitarme los gritos de mi tía Margarita. Cuando presencias una escena como la que cuento con siete años no la olvidas nunca. Quizá mi odio a los domingos me venga de ahí. Domingo, maldito domingo. Bueno, son las siete de la tarde y hace poco que he salido del cine de ver una película de miedo, como se decía en mis tiempos. Ahora que pienso, es sábado. ¡La madre que me parió!