martes, 23 de mayo de 2017

NUESTRA SEGURIDAD SOCIAL, LA MEJOR DEL MUNDO

No pongo en duda que nuestra Seguridad Social sea la mejor del mundo, visto lo visto. La verdad, tenemos mucha suerte. Pero otra cosa son los médicos, que desgraciadamente no son dioses, y son como cualquier hijo de vecino. Por ejemplo, una joven doctora de S.S. que operó a un amigo mío y le hizo una chapuza. Mi amigo, gracias a ella, lleva un tubito metido en el pito y conectado a una bolsa desde hace seis meses. Entre infección e infección está desesperado. Los de la S.S. se dieron cuenta de la cagada de la joven doctora y pusieron otro médico a mi amigo. Este otro médico le dice que tienen que operarlo, y que la operación durará sobre unas cuatro horas, y que hay el sesenta por ciento de que salga bien. Mi amigo, desesperado, alterado al borde de un ataque de nervios, ha optado por la medicina privada, porque, entre otras cosas, tiene bastante dinero. Dentro de una semana vendrá un equipo de médicos de Barcelona a operarlo en Palma con el noventa por ciento de posibilidades de que todo salga bien. La cifra de lo que le cuesta a mi amigo la operación ni la digo para no asustar. Hasta aquí bien (es un decir), pero ahora supongamos que mi amigo no tuviera un duro, que es mileurista, que vive al día, ¿qué pasaría? ¿Se quedaría el resto de su vida con el tubito en el pito entre infección e infección o se arriesgaría a dejarse operara otra vez por la S.S.? ¿Por qué normalmente los seres humanos no estamos a la altura de las circunstancias? ¿Esa joven doctora que se equivocó con mi amigo seguirá operando impunemente en la S. S.? Otro amigo, que hace un año falleció, era el director de radiología de Son Dureta y, un día, desayunando en la cafetería del hospital me dijo: “Si supiera la gente la cantidad de enfermos que mueren por equivocaciones médicas, quemarían Son Dureta.”.        

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