domingo, 18 de agosto de 2024

EL BESO DE LA MUJER ARAÑA de Manuel Puig.


Toda mi vida he escrito en las solapas de los libros lo que me sucede cuando leo un libro. Podría escribir mi vida a través de los libros que he leído. El de Manuel Puig lo empecé a leer el 12 de enero de 1977.

Empecé a leer El beso de la mujer araña, la segunda novela de Manuel Puig. La primera había sido Boquitas pintadas, y me había gustado su forma de escribir. En ese tiempo recuerdo que había visto la película El Zorro con Alain Delon en una coproducción en la que participaba España con Andrés Vicente Gómez. No sé cómo cayó en mis manos una entrevista del astro francés en la que decía que él se movía por las historias, no por el dinero. Que estaba dispuesto a participar en una película a tanto por ciento de taquilla. Yo me quedé con eso y al cabo de unos meses me dispuse a intentar localizar al francés. Lo primero que hice fue llamar a la productora de Andrés Vivente Gómez y decir que quería darle un papel de protagonista en mi próxima película a Alain Delon. Me inventé una productora y la secretaria que me atendió picó. Me dio el número de teléfono de su representante que no recuerdo su nombre. Yo no sabía francés pero me daba igual. Llame a Francia solo 1 vez y me atendió el mismísimo representante de Delon que además sabía español. Me presenté como el guionista y director de la película Las últimas sonrisas, Él, muy simpático, me dijo que lo primero era que le mandara el guión y que luego me llamaría. Me preguntó que productora era, y le dije que era una nueva de gente joven. Eso le hizo gracia. Cuando colgué me olvidé del tema porque estaba convencido de que saldría mal. Pasó 1 mes, 2, 3 y yo ya estaba en otra cosa. Pero al cuarto mes el representante me llamó. No podía creérmelo. El guión le había gustado mucho al señor Delon y quería hacerlo. Entonces me preguntó cuánto dinero había. Yo le dije que el justo para rodarla pero no para pagar a una estrella como su representado. Había pensado que podría ir a participación, le dije. Se enfrió de repente y me dijo que se lo propondría a su representado. Me olvidé de nuevo. Paso 1 mes, 2 y al tercer mes me llamó de nuevo (siempre llamaba al mediodía justo cuando yo estaba comiendo) y me dijo que Alain Delon había aceptado entrar en producción. Quería no sé cuanto en participación y la distribución en Francia. No podía creérmelo, era imposible que me estuviera pasando a mí. A partir de entonces pensé que yo podría conseguir todo lo que quisiera, porque conseguir a Alain Delon sin tener nada, era muy fuerte. De acuerdo, le dije. Bueno, pues arreglaré los papeles para el contrato, me dijo, y añadio: tienes que mandarme los datos fiscales de la productora. Muy bien, le dije pensando que no tendría ningún problema en encontrar un productora con Alain Delon. El representante siguió hablando: Bien, el señor Delon podría rodar la película dentro de tres años. En ese momento mi corazón se paralizó. ¿Tres años esperando a Alain Delon? Ahora lo que viene muchos no se lo creerán, pero el que me conoce bien, se lo hará sin dudarlo. ¿Tres años? No podemos esperar tres años. Un año vale, pero tres. El señor Delon tiene películas los próximos 3 años. Pues nada, lo dejamos, le dije sin pensarlo. Lo siento, es lo que hay. Me despedí educadamente y colgué el auricular. Fue una equivocación enorme que nunca me he perdonado. Ahora, me llama Brad Pitt y me dice que tengo que esperar 5 años para rodar con él, le digo encantado que si. Pero con 34 años yo era un ignorante con mucho talento y fuerza, con el problema de no saber canalizarlos. No me enteraba de la misa la mitad e iba por la vida de gilipollas integral. Cuando no hay, no busques, me decía mi madre hablando de mí. ¡Cuánta razón tenía la mujer! Estas lineas las he escrito porque ayer se fue Alain Delon, un actor que formo parte de la vida de los de mi generación (1952), los que vivíamos en el cortijo del enano de Franco, donde la única forma de escape era el cine. Entrábamos en aquella salas para olvidarnos de la realidad., y el guapo de Delon estaba ahí mirándonos como él solo sabía mirar.

domingo, 4 de agosto de 2024

COSECHA ROJA de Dashiel Hammett

Toda mi vida he escrito en las solapas de los libros lo que me sucede cuando leo un libro. Podría escribir mi vida a través de los libros que he leído. El de Hammett lo empecé a leer el 7 de agosto de 1972 al terminar la mili.

Leyendo “Cosecha Roja” de Dashiel Hammett, la primera novela de este autor americano de serie negra, que antes de escribir fue detective privado, empezó una nueva etapa de mi vida que cambiaría totalmente mi forma de pensar. El estilo de Hammett, también guionista de Hollywood y famoso borracho, me cautivó por su sintetismo, sus frases breves y sus diálogos concisos y cinematográficos. Fue todo un descubrimiento. Acaba de terminar la mili con un mal sabor de boca y preguntándome para qué coño servían los militares, aparte de beber y cobrar buenos sueldos. Me encontré de nuevo en mi casa sin ganas de volver a mi vida loca de antes. Tenía 21 años y solo tenía claro una cosa: quería ser actor. Pero el problema es que vivía en una isla llena de hoteles, restaurantes, discotecas y suecas, donde no había sitio para la Cultura. Fue mi madre la que me sacó de aquella especie de permanente resaca diciéndome que en el Auditórium de Palma habían puesto una escuela de Arte Dramático. Vi el cielo abierto. Sin pensármelo fui a las oficinas del Auditórium para matricularme y me dijeron, después de previo pago (mi madre me había dado dinero), que podía empezar al día siguiente. Y allí estaba yo al día siguiente, a las tres y media de la tarde, enfrente del Auditórium, después de haber dejado mi 600 en el aparcamiento. Hasta aquí bien. Pero subir al quinto piso, donde había un pequeño teatro en el que se impartían las clases, fue otro cantar. Llegué a las tres y media y conseguí entrar en el teatro a las cinco, después de haber superado mi terrible timidez y vergüenza. Lo pasé bastante mal dando vueltas como un tonto por el Paseo Marítimo. Cuando entré en el pequeño teatro nadie me hizo caso, por lo que me senté en la última fila de butacas. Había como doce filas. Unos quince alumnos estaban haciendo un ejercicio de respiración sobre el escenario. Eran dirigidos por un señor de unos sesenta años, de piel bronceada, con perilla blanca y calvo. Desde el principio Trino Trives me fascinó, no tenía nada qué ver con el brigada Guiscafré, mi primer director de teatro. Era de estatura media y vestía con sencillez aunque su clase era evidente. Cuando terminó el ejercicio me hizo una señal de que me acercara y me dijo, sin previo aviso, que subiera al escenario y me presentará. Lo hice con un hilo de voz. ¿Por qué quieres ser actor? me preguntó. Siempre lo he querido ser, le contesté sin pensármelo. ¿Sabes quién es Stanislavski? No, no lo sabes. Pues el método que yo imparto es lo que se llama Método Stanislavski. Puedes bajar del escenario, me dijo aquel señor de un tirón sin un ápice de calor. Volví a sentarme con un sentido terrible de ridículo sin saber por qué. Pero lo peor fue que al cabo de una hora le pregunté si podía ir a hacer de vientre. La carcajada fue general. ¿Quieres decir que tienes ganas de cagar. Sí, anda, ve al baño, me dijo condescendiente. Me tiré como media hora en el baño intentando no correr escaleras abajo sin utilizar el ascensor. Me habían ridiculizado, humillado, despreciado. Pero no lo hice, me tragué la mierda y volví al teatro con la cara bien alta y mirándolos a los ojos. Estuve tres años estudiando un promedio de ocho horas diarias de lunes a viernes. En ese tiempo descubrí lo ignorante e inculto que era. Entonces me di cuenta del mucho tiempo que había perdido y decidí ponerme al día con Valle Inclán, Lorca, Ionesco, Molière, Shakespeare, Ibsen, Chejóv, Miller, Picasso… Descubrí un mundo maravilloso que cambiaría mi vida para siempre. Después de la novela de Hammett leí un libro que me recomendó Trives: Preparación del actor de Konstantin Stanislavski, un ruso genial que revolucionó la interpretación en el mundo. Su método llegó a America en 1947 con la creación del Actors Studios, donde se formaron actores como Paul Newman, James Deen, Marilyn Monroe y Marlon Brandon. Me mente se empezó a abrir.

viernes, 2 de agosto de 2024

YO NO VEO CINE ESPAÑOL

 Creo que yo puedo hablar del cine español, no juzgarlo, por supuesto. No me gustan los que juzgan, y menos los jueces. Pero hablar sí que se puede hablar ya que estamos en una democracia y porque yo también pago junto a millones de españoles el cine español. Y antes de decir porque voy a hablar de lo que voy hablar, tengo que decir que casi me he visto todo el cine español que existe. Por ejemplo veo Historia de Nuestro Cine y Versión Española en la tele todas las semanas. Y también las que hacen fuera de estos programas.  Bueno, veo, lo intento porque las películas suelen ser muy malas. Y esto que acabo de decir me respaldan muchos años de oír decir a la gente: YO NO VEO CINE ESPAÑOL. Y digo yo que será por algo que siempre hayan dicho esto. Es más, actualmente se hacen casi 200 películas cada año, y solo se estrenan unas 40, y de esas 40, 5 o 6 son éxitos. Las demás recuperan el dinero con la subvención. Esto es la realidad, hay muchos productores que viven de subvenciones. ¿Pero por qué digo esto? Lo digo porque yo cuando oía decir eso de si es española no voy, yo sí iba. Yo me las tragaba todas. Y decía ya en aquel tiempo: qué malos guionistas. Y ahora hago lo mismo. Digo esto porque el otro día oí en televisión despotricar de Mariano Ozores, un director de cine que hizo muy malas películas igual como se hacen ahora, con la única diferencia que ahora las hacen con mucho más dinero. Y otra diferencia muy importante. las películas del señor Ozores daban dinero por un tubo, las que se hacen ahora son una ruina. Ahora estoy escribiendo esto y oigo de fondo a María Barranco tener un orgasmo que no viene a cuento, y no hace mucho he oído decir a Quique San Francisco que las mujeres nos tienen cogidos de las pelotas por el agujerito que tienen. La película, que se titula El BAILE DEL PATO es nefasta y ordinaria de no sé qué director que no debe de dejar de hacer cine basura. Creo que España ha ganado mucho técnicamente en el cine, mucho, pero en cuanto a escribir guiones somos igual de malos, o casi igual, que con Franco. Quitando los guiones de Berlanga, Amenabar, Bardem, Almodovar, Alex de la Iglesia, y 4 más, los demás son basura. Ahora, después de haber visto tanto cine español, entiendo porque la gente se negaba a ira a verlo. Y aún se niegan, exceptuando al único director que puede competir con Ozores en la taquilla, Santiago Segura. Recuerdo una recogida de premios en la que Segura dijo que el cine español iba muy bien gracias a su cine. ¡Cuánta razón tenía y tiene! Actualmente con las plataformas se le ha dado mucho trabajo a guionistas que se puede comprobar con lo que hacen que ni siquiera saben copiar. Porque ahora los actuales guionistas copian, no crean.