domingo, 4 de agosto de 2024

COSECHA ROJA de Dashiel Hammett

Toda mi vida he escrito en las solapas de los libros lo que me sucede cuando leo un libro. Podría escribir mi vida a través de los libros que he leído. El de Hammett lo empecé a leer el 7 de agosto de 1972 al terminar la mili.

Leyendo “Cosecha Roja” de Dashiel Hammett, la primera novela de este autor americano de serie negra, que antes de escribir fue detective privado, empezó una nueva etapa de mi vida que cambiaría totalmente mi forma de pensar. El estilo de Hammett, también guionista de Hollywood y famoso borracho, me cautivó por su sintetismo, sus frases breves y sus diálogos concisos y cinematográficos. Fue todo un descubrimiento. Acaba de terminar la mili con un mal sabor de boca y preguntándome para qué coño servían los militares, aparte de beber y cobrar buenos sueldos. Me encontré de nuevo en mi casa sin ganas de volver a mi vida loca de antes. Tenía 21 años y solo tenía claro una cosa: quería ser actor. Pero el problema es que vivía en una isla llena de hoteles, restaurantes, discotecas y suecas, donde no había sitio para la Cultura. Fue mi madre la que me sacó de aquella especie de permanente resaca diciéndome que en el Auditórium de Palma habían puesto una escuela de Arte Dramático. Vi el cielo abierto. Sin pensármelo fui a las oficinas del Auditórium para matricularme y me dijeron, después de previo pago (mi madre me había dado dinero), que podía empezar al día siguiente. Y allí estaba yo al día siguiente, a las tres y media de la tarde, enfrente del Auditórium, después de haber dejado mi 600 en el aparcamiento. Hasta aquí bien. Pero subir al quinto piso, donde había un pequeño teatro en el que se impartían las clases, fue otro cantar. Llegué a las tres y media y conseguí entrar en el teatro a las cinco, después de haber superado mi terrible timidez y vergüenza. Lo pasé bastante mal dando vueltas como un tonto por el Paseo Marítimo. Cuando entré en el pequeño teatro nadie me hizo caso, por lo que me senté en la última fila de butacas. Había como doce filas. Unos quince alumnos estaban haciendo un ejercicio de respiración sobre el escenario. Eran dirigidos por un señor de unos sesenta años, de piel bronceada, con perilla blanca y calvo. Desde el principio Trino Trives me fascinó, no tenía nada qué ver con el brigada Guiscafré, mi primer director de teatro. Era de estatura media y vestía con sencillez aunque su clase era evidente. Cuando terminó el ejercicio me hizo una señal de que me acercara y me dijo, sin previo aviso, que subiera al escenario y me presentará. Lo hice con un hilo de voz. ¿Por qué quieres ser actor? me preguntó. Siempre lo he querido ser, le contesté sin pensármelo. ¿Sabes quién es Stanislavski? No, no lo sabes. Pues el método que yo imparto es lo que se llama Método Stanislavski. Puedes bajar del escenario, me dijo aquel señor de un tirón sin un ápice de calor. Volví a sentarme con un sentido terrible de ridículo sin saber por qué. Pero lo peor fue que al cabo de una hora le pregunté si podía ir a hacer de vientre. La carcajada fue general. ¿Quieres decir que tienes ganas de cagar. Sí, anda, ve al baño, me dijo condescendiente. Me tiré como media hora en el baño intentando no correr escaleras abajo sin utilizar el ascensor. Me habían ridiculizado, humillado, despreciado. Pero no lo hice, me tragué la mierda y volví al teatro con la cara bien alta y mirándolos a los ojos. Estuve tres años estudiando un promedio de ocho horas diarias de lunes a viernes. En ese tiempo descubrí lo ignorante e inculto que era. Entonces me di cuenta del mucho tiempo que había perdido y decidí ponerme al día con Valle Inclán, Lorca, Ionesco, Molière, Shakespeare, Ibsen, Chejóv, Miller, Picasso… Descubrí un mundo maravilloso que cambiaría mi vida para siempre. Después de la novela de Hammett leí un libro que me recomendó Trives: Preparación del actor de Konstantin Stanislavski, un ruso genial que revolucionó la interpretación en el mundo. Su método llegó a America en 1947 con la creación del Actors Studios, donde se formaron actores como Paul Newman, James Deen, Marilyn Monroe y Marlon Brandon. Me mente se empezó a abrir.

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