miércoles, 18 de septiembre de 2024

Jimmy Giménez-Arnau, rebelde con causa.

Yo me encontré 3 veces con Jimmy. La primera en una especie de oficina en el Paseo Marítimo de Palma, la segunda en el Bar Cristal, y la tercera en un especie de canal de televisión que había montado en el puerto de Andratx. En aquel tiempo yo era conocido en la isla por mis pelis y obras de teatro y él quería hacerme una entrevista a mí y a Beatriz Barón, mi mujer. No tuve inconveniente porque me había leído el libro Mi vida entre los Franco y me había encantado, como buen antifranquista que soy. También leía Carne Cruda, una columna o una colaboración, no me acuerdo, en la Última Hora de Palma. Las dos primeras veces nos vimos para hablar de la entrevista pero en realidad fue de lo que menos hablamos. Era una persona bastante culta e inteligente y ponía a parir a los mallorquines como lo hizo años atrás George Sand. Pero por una serie de circunstancia que no vienen a cuento, vivía en la isla. En definitiva, me fui a Andratx con Beatriz y la verdad fue toda una aventura. En primer lugar él no estaba y nos atendió una simpática chica que nos dijo que no sabía cuando aparecería Jimmy. Nos invitó a tomar un refresco en un bar cerca. En ese bar estuvimos 1 larga hora hasta que apareció quejándose de no sé qué y pidiéndonos disculpas. Como ya eran las 2 nos invitó a almorzar un arroz de bogabante en el mismo puerto. A la comida se añadieron 2 bonitas chicas de unos 30 años que no hablaron mucho. En la comida se habló sobre todo de la política, de la prensa del corazón, y de los taraos que había en España. Luego fuimos a a una terraza de un chalet para la entrevista. Parecía que todo iba bien cuando un señor de unos 40 años dijo que tenían un problema técnico. Estuvimos 1 hora más esperando en aquella terraza viendo a Jimmy ir de un sitio a otro. Un joven nos hizo una serie de fotografías con él. A las 5 parecía que todo estaba arreglado y se hizo la entrevista donde pude poner a parir al que se lo merecía (en aquel tiempo yo era así de déspota). A él le encantó la entrevista y ahí se acabó la historia. No sé si la entrevista se pasó o no, pero nunca más volví a ver a Jimmy en persona. Meses después le dejé en su oficina el texto de mi obra Los comediantes de la vida para que me diera su opinión. Me importaba tener la opinión de un tipo al que consideraba inteligente y diferente a los demás. Le gustó mucho y me dijo que lo que tenía que hacer era irme volando a Madrid y olvidarme de Mallorca. Nunca más supe de él. Yo creo que Jimmy era un tío cojonudo, lo que su forma de ser tan histriónica le impedía llegar a los demás. Hasta que no te sentabas con él pensabas que era un gilipollas, pero en cuanto lo hacías te dabas cuenta enseguida de que era un hombre que valía la pena.

martes, 17 de septiembre de 2024

HOMBRE RICO, HOMBRE POBRE de Irwin Shaw.

Para muchos millones de españoles las navidades de 1975 fueron las más felices de su vida porque había muerto el dictador enano y de voz aflautada, como lo llamaba mi padre. Entonces tenía yo 23 años y me importaba un huevo Franco y los que le seguían. En ese momento estaba leyendo “Hombre rico, hombre pobre” de Irwin Shaw, un escritor interesante del que ya había leído “El baile de los malditos”. Luis Garrido Saiz, mi padre, despotricó toda la vida de Franco porque decía que era un hijo de puta que fusiló a media España por no pensar como él. Nació en Cuenca y a los 17 años se afilió a la FAI (partido anarquista), porque era un anticonformista, actitud que le ocasionó algunos problemas, sobre todo a su padre, mi abuelo, que tenía que pagar multas de 50 pesetas (una pequeña fortuna para la época), la mayoría por no querer cantar “Cara al Sol”, como se solía hacer en cualquier acto. Al estallar la guerra mi padre no dudó en alistarse en el bando republicano y fue destinado a un cuartel de Madrid a hacer prácticas. Allí pasó tres meses preparándose para ir a primera línea, que sería Toledo. Pero allí no pegó tiros porque un sargento amigo de su padre lo colocó en retaguardia. A los seis meses lo trasladaron a Castilla donde lo cogieron preso junto con otros compañeros. Pasó una semana en el sótano del ayuntamiento (no se acuerda del nombre) de un pueblo a base de pan y agua. El lunes por la noche los llevaron detrás de la iglesia para fusilarlos. Pero otra vez le sonrió la suerte y un capitán, hijo del dueño de una granja de vacas, que normalmente contrataba los carros de Eleuterio (padre de Luis y mi abuelo), se lo llevó al ayuntamiento donde pasó dos noches en el sótano vacío. A la tercera noche dos soldados lo fueron a buscar y lo metieron en una camioneta para dejarlo en medio del bosque. Le dieron un pan, tocino, queso y vino. Al cabo de tres días caminando campo a través se reincorporó a una compañía de republicanos que iban hacia el Ebro. Pero él nunca llega al Ebro porque se unió a una compañía de anarquistas que se cruzaron. Durante el año siguiente estuvo haciendo la guerra (como se suele decir) de un lado a otro, de pueblo en pueblo, que más que guerra era sobrevivir esperando que terminara aquel conflicto. En un encontronazo con un grupo de nacionales el sargento de su compañía fue abatido y le nombraron sargento a él, que ya era cabo primera. Pocas semanas después su compañía se unió a otra republicana, en la que no había muy buen ambiente. El único capitán que quedaba ascendió a mi padre a teniente. Los nacionales cercaban cada vez más a los republicanos y ellos lo sabían. Por eso, después de tres meses huyendo hacia ninguna parte, e intuyendo que aquello se terminaba, la compañía se disolvió. Mi padre volvió a Cuenca, pero el mismo día de su llegada, mi abuelo lo acompañó por la noche al bosque para que se fuera, que en el pueblo, por haber sido de la FAI, lo meterían en prisión o lo fusilarían sin juicio alguno. Mi padre se fue a Barcelona con un papel en el bolsillo en el que había escrito el nombre de un familiar que trabajaba de enfermero en el Hospital Clínic. Él le ayudaría a escapara Francia. Se fue caminando por bosques y campos hasta que se subió a un tren de mercancías que lo llevó a Barcelona. En la Ciudad Condal todo el mundo huía por la inminente llegada de los nacionales a la ciudad. Era un caos. Mi padre consiguió llegar al hospital pero el familiar ya había huido. Una enfermera le dijo que lo más práctico era irse a la Estación de Francia e intentar subirse en algún tren. Así lo hizo, y después de tres días y tres noches durmiendo en un banco de la estación, consiguió subir a un tren que lo llevaría a Francia. Allí ya los esperaba el ejército francés para meterlos en el campo de refugiados Argeles, que no era un campo de exterminio pero si se moría la gente de hambre y de enfermedades. No había ni lavabos, la gente meaba y defecaba en la playa. Aquello era un infierno, contaba mi padre. Cada día se moría gente de enfermedad o hambre. Y nadie escapaba porque no había a dónde ir. A los dos meses de sobrevivir en el campo de refugiados se apuntó a la JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles), y al ser teniente, le dieron la opción de subirse a un barco que iba a México. A mi padre no le fue bien y optó por cruzar los Pirineos con un grupo de oficiales republicanos. JARE les facilitó la salida de Argeles. Tardaron tres semanas en pisar España, y en el transcurso del camino murieron dos compañeros. Mi padre volvió a Cuenca gracias a los trenes de mercancías. De nuevo en Cuenca, ya tomada por los nacionales, mi padre pasó encerrado en las caballerizas de mi abuelo un mese por miedo a las represalias que se estaban cometiendo en el pueblo. Encarcelaban o fusilaban a todos los rojos, como decían ellos. Mi abuelo, a pesar de ser carretero, tenía muy buenas amistades en el pueblo ya que trabajaba con sus tres carros para ellos. Era un hombre apolítico y muy recto al que sus hijos lo trataban de usted, y en Cuenca era respetado por todos. Una de esas amistades era el alcalde del ayuntamiento, falangista para más señas. El hombre le aconsejó a mi abuelo, que Luis, su hijo, se entregara antes de que fueran a buscarlo para fusilarlo. El alcalde le haría un salvoconducto para que no le pasara nada. Mi abuelo aceptó. El mismo día que tuvo el salvoconducto mi padre se marchó en tren a la capital. Y en la capital se presento en un Ministerio (no recuerda cual) y preguntó por la persona que le había dicho el alcalde. No hubo ningún problema y en dos días tenía los papeles arreglados y empezaba de nuevo el servicio militar destinado en Mallorca que duraría tres años. Mi padre fue un pequeño empresario y tuvo empleados, pero nunca dejó de ser republicano, defendió los derechos humanos, y no dejó de despotricar contra Franco.

jueves, 12 de septiembre de 2024

Leonor, Federica y los monárquicos.

Leonor: los secretos de su éxito. Esto dice la portada de la revista Pronto. Me encantaría que alguien me dijera el secreto de esta moza que no ha hecho nada en su vida productivo más que marear la perdíz por la Zarzuela o por las bases del ejército. ¿Cual es el secreto de su éxito? Por otra parte, ¿éxito de qué? ¿Por haber tenido la suerte o la desgracia de ser hija de reyes?, ¿por salir en la revistas del corazón?, ¿por ser admirada y vitoreada por unos tontos e ignorantes que se autoproclaman monárquicos? Yo conozco a muchos chachapobres monárquicos, y también trabajadores monárquicos, y la verdad es que son una pobre gente que no tienen nada en la vida más que la cena del mes con los monárquicos. Ah, y luego los viajes que hacen cada dos o tres meses juntitos. Lamentable. Huelga decir que todo es gente mayor, la mayoría heredera del franquismo, exceptuando a algunos jóvenes perdidos. Yo tengo muy mal concepto de la gente, siempre lo he tenido, pero los monárquicos se llevan la palma de oro. Felipe VI que me cae bien, los que me irritan son los monárquicos. ¿Qué cerebro tiene que tener una persona para ser monárquico? ¿Qué es ser monárquico? ¿Dejar que te engañen? ¿Mantener a una numerosa familia a cuerpo de rey, nunca mejor dicho, mientras que tu te rompes los cuernos para llegar a fin de mes o te mueres en un hospital en un cuarto con dos enfermos más? ¿Eso es ser monárquico? Yo no soy monárquico, pero no los pongo a parir porque no tengo donde caerme muerto, no, no soy monárquico porque no soy tonto. Gracias a Dios me ha ido muy bien en la vida, mucho mejor que a muchos monárquicos, O sea que no es un tema de rabia ni envidia, es un tema de coherencia. Pero mientras que haya acomplejados personajes como Pablo Motos que entrevisten a cosas como la Federica, estamos perdidos. Eso también lo digo. Todo el mundo se debería leer la obra de Valle Inclán Luces de bohemia. (Los monárquicos que no sepan quién este señor, que escriban su nombre en Google.)

lunes, 2 de septiembre de 2024

ÓPTICA FLORIDA, haciendo clientes.

Hoy en día si te mueves por ahí es raro que no te pase nada, debido a la cantidad de tontos o tontos que van de listos, que hay por ahí. Hoy le toca el turno a ÓPTICA FLORIDA de carrer dels Oms, 17 de Palma. Un negocio por el que paso a menudo ya que está en una calle céntrica. Hace poco más de 1 años vi una oferta y encargué unas gafas. Me atendió un chico muy simpático, pero las primera gafas que me hicieron jodieron la montura, por lo que me hicieron otras nuevas solo pagando la montura, unos cien euros. Un fallo lo puede tener cualquiera. Vale, dije, y me marché. Ahora, casi 2 años después, el cristal de las gafas se ha agrietado y he ido de nuevo a la óptica. Tengo que decir que en esta óptica es donde he visto más empleados diferentes. En este tiempo quizá haya visto a 20 o 30. Me he fijado pasando por delante ya que el establecimiento no tienen puertas. Pues bien, hoy he ido porque me han llamado por teléfono y me han dicho que podía pasar por la óptica. Cuando he llegado me han leído este papel que he colgado que dice más o menos que aunque la gafa aún este en garantía, no se hacen cargo de ella porque el fallo está en que los cristales han sido manipulados mal, exactamente lo mismo que me pasó con la primera gafa. O sea, que Óptica Florida me vende unas gafa y luego, al cabo de un tiempo me dice que las gafas se han hecho mal y que no se hacen cargo. Ahora bien, tienen conmigo el detalle de que si me hago de nuevo las gafas solo me cobran la mitad: 150 euros. Esto lo escribes en una novela y el lector no se lo cree. O sea que una óptica te hace unas gafas y luego te dice que estas gafas están mal hechas. ¡Fantástico!