El
otro día fui a la presentación de un libro de un entrañable amigo cerca de
Montesión, y en cuanto entré, reconocí al señor que grababa el acontecimiento:
mallorquín, catalanista e independentista. Digo esto porque lo conozco de hace
como ve como veinte años. Para este señor todo el que no es mallorquín o catalán
tendría que estar fuera de la isla. Desgraciadamente como este personaje hay
muchos en Mallorca. Pero vayamos a lo que grababa, que era una presentación de
un libro editado por Lleonart Muntaner, conocido editor mallorquín que toda la
vida ha vivido de subvenciones por editar en catalán. No ha invertido ni un
duro ni un euro en un puto libro sin tener la subvención asegurada. Digo esto porque
también lo conozco hace más de veinte años. No es mala persona. Un día, tomando
café, me dijo que editar libros en catalán era una ruina pero que él ganaba
editándolos. “De uvas a peras se venden trescientos libros que ya es la leche,
porque normalmente se venden cincuenta o sesenta ejemplares a amigos y
familiares del autor.”
No deja de ser gracioso que el autor del libro que se
presentaba elogió efusivamente al editor por su amor a los libros. Yo hubiera
dicho su amor a las subvenciones, pero no venía al caso. Recuerdo lo que me
dijo hace años un antiguo director de la sección de libros de El Corte Inglés:
“Los libros en catalán los compran cuatro. Los tenemos porque no nos queda más
remedio.” Pero volvamos a la presentación del libro. No llegábamos a cincuenta
personas y ni una de menos de sesenta años. Todas hablando catalán o mallorquín.
Dos dialectos que rebotaban en una tétrica sala de luz mortecina y decoración
mustia, muy en consonancia con la situación y con el mallorquín nacionalista.
Por no oírse no se oían ni coches. Todo muy triste y decadente, parecía que el
tiempo se había detenido. Podría se la imagen exacta de los que quieren una
Mallorca sin forasteros, una Mallorca en catalán. Era escalofriante.
Un político de derechas me dijo que el catalán era como
una vaca que daba mucha leche a muchos/as caraduras. Ahora el catalán va a
volver a estar en la sociedad mallorquina gracias a Francina Armengol, que está
obsesionada con que Catalunya esté en el lugar que le corresponde. Y de todo
esto, sólo hay una cosa segura y muy significativa. Si un día la señora
Armengol se pone enferma y necesita de una intervención quirúrgica, no se
preocupen que no va a pedir un cirujano que hable catalán, pedirá el mejor
cirujano aunque sea de Macedonia y hable checoslovaco.
Necesitamos cambios, no imposiciones. Hay que
defender nuestro mallorquín para que nunca se pierda, y que el catalán sea una
opción más en nuestra cultura, no una orden.
No olvidemos que con Franco todos los españoles
tenían que hablar castellano sí o sí.
Acrílico sobre madera del pintor Martín Garrido (Barcelona 1982)