En un domingo que ha amanecido gris y sin perspectivas no hay nada más reconfortante que descubrir esta magnífica y sugerente portada de una revista que solo se edita en Mallorca y es gratuita. Me recuerda cuando hice la mili en aviación en la base de Sant Joan. Quince, catorce meses, no lo recuerdo, tirados al cubo de la basura. Pérdida de tiempo total. Solo aprendí una cosa: cómo distraerse sin hacer nada. Eso sí, conocí a varios militares impresentables y borrachos. Y lo entiendo, porque es muy duro estar en una base sin tener nada qué hacer. Aunque no sería justo si no dijera que encontré a militares majos. Mi capitán, por ejemplo. O mi brigada, un tipo estupendo. O otro capitán que me tuvo de ordenanza tres meses. Su guapa mujer me hacía limpiar toda su casa, excepto los dormitorios, pero era simpática. O otro brigada llamado Serafín Guiscafré, que sería mi primer director de teatro y que años después sería el director del Teatro Principal de Palma de Mallorca. Yo pasaba de la mili y de los militares por lo que casi cada noche cruzaba las pistas cuando anochecía y me escapaba para ir a ligar francesas a un hotel de Cala Blava. Nunca me cogieron. En las pocas guardias que hice me las pasé durmiendo. Los compañeros que me tocaron eran nenazas. Solo una noche me descubrieron roncando en un pajar. Me descubrieron los dos más grandes hijos de puta de la base: un teniente y un cabo primera. Me metieron una bronca de cojones en plena oscuridad y se largaron. Yo pensé que al día siguiente me caería un mes de prevención, pero me equivoqué. Los dos iban borrachos y no se acordaban de nada. La verdad es que me lo pasé bien en la mili. Excepto unas cuantas peleas que tuve en la cantina con algunos soldaditos patriotas, pero por lo demás bien. Incluso hice amigos que aún conservo. Por eso, cuando he visto esta portada surrealista, me han venido gratos recuerdos de la mili. ¡Quién pudiera volver a aquellos tiempos!