viernes, 30 de marzo de 2018

EL ABURRIMIENTO DE LA SEMANA SANTA


La Semana Santa me recuerda la feria de mi juventud en Palma, cuando se montaba en un solar de la Plaza España. Después pasó a montarse en los Institutos y bajaba hasta los mismos pies de la Plaza Mayor pasando por la bodega La Rambla, donde se podía comer un variado con vermouth de barril. La Semana Santa me recuerda una semana en el hotel de turno con mis padres, mi hermana Luisa, mi prima Margarita y Tolo con sus hijos Tolito y Natalia. Porque cuando llegaba la Semana Santa mis padres alquilaban dos habitaciones en un hotel muy lejano de Palma. Y aquel tiempo daba la casualidad que siempre llovía o estaba el cielo nublado. La última vez que hice eso fue en un hotel de Muro con mi mujer y mi hijo, mis padres y mis suegros. Y recuerdo que aquella Semana Santa me llamó por teléfono Juan Luis Galiardo para decirme a grito pelado que mi función La mitad del cielo era genial. Ese día yo vi el cielo abierto, lo había conseguido, pensé. Mi función en un teatro de Madrid. Pero Galiardo me dejó de piedra cuando me dijo que el papel de fracasado no era para él porque siempre había hecho papeles de triunfador y el público no se lo creería. Jaime Blanch es el actor perfecto para el papel, me aconsejó. Esa fue la última Semana Santa que la pasamos en un hotel. Luego vinieron las semanas santas encerrados en casa, y muy pocas veces las hemos vuelto a pasar fuera. La Semana Santa me recuerda el aburrimiento en su esencia. Me recuerda las discotecas cerradas y las películas de santos y de romanos. Me recuerda mi calle muerta, la lluvia y el cielo encapotado. Me recuerda las figuras del Ku Klux Klan paseando por las calles o corriendo porque llegan tarde a la procesión. La Semana Santa me recuerda las vacaciones del colegio y luego del instituto. La Semana Santa me recuerda el tedio, el cansancio, la apatía que me está entrando escribiendo esto. No puedo seguir escribiendo. Me voy a lavar los dientes y a meter en la cama a encender la televisión pero sin sonido. Luego seguiré leyendo Aurora boreal de la escritora sueca Asa Larsson. En una noche fría de invierno en un pueblo de Suecia encuentran a un cura descuartizado en el pasillo de la iglesia de la que es párroco.