La Semana Santa me recuerda
la feria de mi juventud en Palma, cuando se montaba en un solar de la Plaza
España. Después pasó a montarse en los Institutos y bajaba hasta los mismos
pies de la Plaza Mayor pasando por la bodega La Rambla, donde se podía comer un
variado con vermouth de barril. La Semana Santa me recuerda una semana en el
hotel de turno con mis padres, mi hermana Luisa, mi prima Margarita y Tolo con
sus hijos Tolito y Natalia. Porque cuando llegaba la Semana Santa mis padres
alquilaban dos habitaciones en un hotel muy lejano de Palma. Y aquel tiempo
daba la casualidad que siempre llovía o estaba el cielo nublado. La última vez
que hice eso fue en un hotel de Muro con mi mujer y mi hijo, mis padres y mis
suegros. Y recuerdo que aquella Semana Santa me llamó por teléfono Juan Luis
Galiardo para decirme a grito pelado que mi función La mitad del cielo era genial. Ese día yo vi el cielo abierto, lo
había conseguido, pensé. Mi función en un teatro de Madrid. Pero Galiardo me
dejó de piedra cuando me dijo que el papel de fracasado no era para él porque
siempre había hecho papeles de triunfador y el público no se lo creería. Jaime
Blanch es el actor perfecto para el papel, me aconsejó. Esa fue la última
Semana Santa que la pasamos en un hotel. Luego vinieron las semanas santas
encerrados en casa, y muy pocas veces las hemos vuelto a pasar fuera. La Semana
Santa me recuerda el aburrimiento en su esencia. Me recuerda las discotecas
cerradas y las películas de santos y de romanos. Me recuerda mi calle muerta,
la lluvia y el cielo encapotado. Me recuerda las figuras del Ku Klux Klan
paseando por las calles o corriendo porque llegan tarde a la procesión. La Semana
Santa me recuerda las vacaciones del colegio y luego del instituto. La Semana
Santa me recuerda el tedio, el cansancio, la apatía que me está entrando
escribiendo esto. No puedo seguir escribiendo. Me voy a lavar los dientes y a meter
en la cama a encender la televisión pero sin sonido. Luego seguiré leyendo Aurora boreal de la escritora sueca Asa
Larsson. En una noche fría de invierno en un pueblo de Suecia encuentran a un cura
descuartizado en el pasillo de la iglesia de la que es párroco.