Yo conocí a Manuel Avilés cuando era director de la nueva penitenciaria de Palma, y el motivo fue para pedirle si me dejaba rodar unas escenas de la película de mi hijo Vidas tenebrosas. No tuvo problema en recibirme cuando hubiera podido relegarme a cualquiera de sus empleados. Pero no, él me recibió personalmente y fue muy amable, como deberían ser todos los funcionarios que trabajan para el ciudadano. Aparte de esto, no tuvo ningún problema en dejarnos rodar en la antigua cárcel que estaba cerrada. Se rodaron las escenas; él hizo eficazmente un pequeño papel, y nos despedimos. La siguiente vez que he sabido de él ha sido por su libro De prisiones, putas y pistolas, que he leído con interés. La verdad es que pensaba leer una especie de thriller escrito por un campechano director de cárcel y poco más. Pero no ha sido así, ha sido todo lo contrario. Es más, creo que el señor Avilés debería escribir muchos más libros. El bien y el mal, en especial el mal, y su conflicto, su lucha, siempre ha sido un tema recurrente del escritor de serie negra, pero Avilés va mucho más allá. Crea una intriga política y una profunda reflexión sobre la banda terrorista ETA. Su prosa es precisa, depurada, es absorbente, con una progresión dramática y una tensión perfecta, y, sobre todo, una concisa creación del clima donde el espacio cobra importancia creando una trama política que envuelve unas vivencias únicas e irrepetibles. Hay que leerlo.
domingo, 31 de octubre de 2021
El calamar y los niños de Casado.
El gran problema de los niños son los padres, lo he sabido siempre y no soy psicólogo ni soy muy inteligente. En eso sí que le doy la razón a Pablo Casado de que los niños son de los padres. Desgraciadamente, claro. Porque no hay mayor desgracia que tener unos cretinos como padres. ¡Cuántos padres conozco que son unos taraos y tienen hijos! Esto viene a cuento por lo del Juego del calamar, la serie de moda entre los adolescentes. Es la historia más vista en Netflix con 111 millones de espectadores. Y está clasificada para mayores de 16 años. O sea, que a partir de 16 años se pueden ver violaciones, vejaciones, lenguaje soez, sexo, sangre, suicidio y asesinatos. ¿Quién de esos jóvenes están preparados y tienen el grado de madurez para procesar su contenido? El cerebro de los niños no está lo suficiente maduro para diferenciar la ficción de la realidad y poder asimilar con juicio el contenido de la serie. Los niños no perciben las ironías subyacentes, la parodia, las críticas mordaces, la distopía, etc. No nos tiene que extrañar que un día de estos veamos a niños o jóvenes jugando y agrediendo al que pierda. Me gustaría saber, aunque me lo imagino, cuántos padres prohibirán a sus hijos ver la serie. Sí, desgraciadamente, como dice Casado, los niños son nuestro, y cuando salgan taraos como nosotros, tenemos que decir que dar la culpa a la vida que es muy cabrona. Me moriré y aún no dejaré de sorprenderme que los de arriba, el capitalismo, les importe una teta y la violencia les traiga sin cuidado.