¿Por qué las cosas cambian?
Por ejemplo las nochebuenas de mi infancia. Hay cosas que no deberían cambiar
nunca, conservarse siempre igual como “Vive como quieras” de Frank Capra. Donde
cada año por estas fechas, llueve o truene, James Stwart recorre el futuro por
su ciudad inmersa en la Navidad para darse cuenta de que las cosas hubieran ido
peor con su ausencia. Y termina con su casa llena de amigos. ¿Por qué las
nochebuenas de mi infancia han cambiado? De repente murió mi abuelo y dejaron de
celebrarse. Mi abuela se fue a vivir con mi tía Isabel y cada uno celebró las
fiestas en su casa. Cuando vivía mi abuelo en la calle Sindicato encima de las
especies Perelló, nos reuníamos todos (siete hermanos/as con sus respectivos
hijos en un salón de seis metros cuadrados). Cuando lo recuerdo no entiendo
cómo podíamos caber. Cada hijo traía un plato de comida y una botella de vino o
champán (en aquellos años todos llamábamos champán al cava) y se colocaban
encima de una mesa grande que cabían estrechos doce comensales. Los niños
cenábamos en una mesa plegable en el recibidor, que era como una cuarta parte
del comedor, que en realidad también era salón. Una pasada. Para aquella cena
todos los hijos se esmeraban y preocupaban por traer un plato suculento que no
comían normalmente. Porque la Navidad era eso: comer algo que no solías comer
durante el año. Ahora durante el año se come de todo y en su mayoría congelado
o de piscifactoría. Ahora la Navidad es un gran negocio de consumo, aunque sea
a plazos. Lo importante es gastar y gastar para terminar comprando un décimo de
lotería para haber si ocurre el milagro. Recuerdo que mi abuelo regalaba un
décimo a cada hijo en Nochebuena, y a sus nietos cincuenta pesetas, que yo las
gastaba en indios y vaqueros. La cena solía terminar a las dos o las tres de la
madrugada cuando todos los nietos dormíamos por distintas partes de la casa,
excepto yo, que nunca tenía sueño y me encantaba escuchar hablar a las personas
mayores. Así eran mis nochebuenas de antaño cuando la Navidad era una fecha
señalada donde se celebraban muchas cosas. ¿Ahora qué hay qué celebrar? Nos
podemos dar con un canto en los dientes si tenemos salud a pesar de lo que
comemos y bebemos. Pero yo me niego a no celebrar la Navidad, a pesar de que en
mi familia no le gusta a nadie excepto a mí, por eso cada año mi salón se llena
con Papa Nöel, los Reyes Magos, los muñecos de nieve, el árbol con sus bolas y
sus luces compradas en los chinos… Hasta que me largue estas fiestas serán
especiales para mí por mucho que cambie el mundo. Quiero creer que algún día
las cosas cambiaran para bien y que la gente volverá a tener posibilidades de
llevar una vida digna. Felices Fiestas a todos esos que perdieron la Navidad.