Yo sé que este artículo no
gustará a catalanistas ni a nacionalistas pero me da igual. Yo soy mallorquín
de padres mallorquines pero adoro el castellano. Pero eso no quiere decir que
me molesten los demás idiomas y dialectos. No me molesta nadie. La señora Armengol,
que está haciendo cosas buenas, ha sacado de nuevo a la palestra el catalán.
Antes de proponer una ley nueva el político de turno tendría que salir a la
calle. Yo le propongo a la señora Armengol que demos una vuelta por donde
quiera y preguntemos a la gente si le parece bien que para ser funcionario sea
necesario saber catalán. A ver qué nos contestan. Lo primero que dirá la
mayoría de los encuestados es que ellos son mallorquines y que hablan
mallorquín y no catalán, y los que no hablen mallorquín, dirán que quieren que
sus hijos tengan la opción de elegir el catalán o el castellano para estudiar.
Luego, un sector muy pequeño, estará a favor de que el quiera ser funcionario
tiene que saber catalán. No acabo de entender ese fanatismo por el catalán. El
otro día una amiga que estudia en el ESADIB (Escuela de Arte Dramático Balear) me
dijo que aquello es un búnker en el que está prohibido terminantemente hablar
en castellano. No me lo podía creer. Para corroborarlo llamé a un actor que
estudió en esa escuela. Me dijo exactamente lo mismo: castellano prohibido. O
sea, que cuando los curas de La Salle nos obligaban a hablar castellano eran
fascistas, y los profesores del ESADIB que obligan a hablar en catalán son de
izquierdas. Lo siento, señores/as, esa no es mi izquierda ni la que yo quiero. Para
mí, una persona que quiera estudiar Arte Dramático o para funcionario, tiene
que poder hacerlo sin ningún impedimento ni exigencia. Porque si a la gente le
exigimos hablar catalán, estamos cerrando la puerta a mucho talento. Y eso, el
partido socialista lo tendría que tener claro. Yo sé que para mucha gente el
catalán es un negocio, viven de ello, pero no deja de ser una putada.
Póster de un montaje teatral mío con un cuadro de Martín Garrido.