Con Sean Cornery se ha ido un trocito de mi juventud, cuando yo aún no tenía dieciocho años para que me dejaran entrar en el cine a ver a James Bond 007. Pero como yo siempre he sido una persona de alternativas me enteré de que en el Coll d’en Rebassa (Mallorca) había un cine llamado Teatro Principal (aún existe el edificio) que el portero te dejaba entrar aunque no tuvieras los dieciocho. Y ahí íbamos todos los de la pandilla en autobús, y a veces en bicicleta, a ver películas con las que flipábamos. 007 contra el Dr. No, Goldfinger, Desde Rusia con amor nos hacían soñar en una España que era gris y tenebrosa donde existía una cosa llamada censura, creada por Franco (¡cuántas cosas creo este bicho!). Pero en aquellos años nosotros pasábamos de Paco y ni siquiera sabíamos como se llamaba el actor que encarnaba a James Bond. Fue cuando nos aficionamos a Bond que descubrimos que el actor se llamaba Sean Cornery, un gales más atractivo que el mismísimo Alain Delon. Desde aquellos años Sean Cornery formó parte de nuestras vidas, y todos los años esperábamos que estrenaran lo último de Bond. Después el actor escocés se ganó el reconocimiento de gran actor en el mundo. Yo estuve a punto de conocerlo en Marbella donde tuvo muchos años una casa, pero el día anterior se había ido a Londres. Sean Cornery ya se ha cambiado de casa, pero nunca se irá de nuestras vidas, al menos la mía, cuando subía en bicicleta hasta el Coll d’en Rebassa ilusionado en ver a James Bond, el que todos queríamos ser.