Se les acabó la bicoca a los
partidos de izquierdas de las Illes Balears. Yo podría decir de muchas maneras
el porqué se les acaba, pero voy a ser sencillo y directo, como suelo serlo. Se
les acaba el chollo por TONTOS. Así de claro: tontos del culo, como dice José
Mota. Tontos, tontos, tontos, tontos. Igual que a María Antonia Munar le pudo
la avaricia y a ellos no les ha podido nada porque directamente son tontos. No
han sabido ver el futuro que viene (muy típico de los nacionalistas que son
retrógrados), no han sabido escuchar a la mayoría de la sociedad, se han
cerrado en cosas como el catalanismo olvidándose de que aquí se habla
mallorquín, aunque solo sea un dialecto. La lista de las cagadas que han
protagonizado es larga y tortuosa, sobre todo la señora Armengol y el señor
Noguera. Y ahora vienen las consecuencias. Ayer, sábado, la Sala Magna del
Auditórium de Palma estaba a rebosar de gente enarbolando la bandera española y
gritando: Viva España. Y Jorge Campos, líder de VOX, se le llenó la boca
diciendo que se acabó la normalización lingüística y el adoctrinamiento en las
aulas. Dijo que la Sanidad será devuelta al poder central. Dijo que subirá el
salario de la Guardia Civil, policía nacional, funcionarios de pensiones y
guardias jurados. Le faltó decir que a las queridas había que ponerles un piso
como se hacía en el franquismo. También dijo que las prestaciones sociales sean
para los españoles no para los inmigrantes, etcétera, etcétera. No estoy
contento de escribir esto, más bien triste. Pero lo peor de todo es la razón
por la que hemos llegado a este punto, que sin lugar a dudas empezó con el
Independentismo catalán y luego Rajoy. A ver si esto que va a ocurrir provoca
que salgan nuevos líderes de izquierdas de verdad (no nacionalistas ni
catalanistas) que lo tengan claro y que sepan escuchar al pueblo.
domingo, 10 de febrero de 2019
LA MENTIRA DE LA TRANSICIÓN
Cuando yo era joven no me
interesaba la política para nada. Sabía que había un dictador dirigiendo el
país y una policía muy cabrona con la que tenías que ir alerta. Tampoco leía
periódicos pero sí libros, que es diferente. La mayoría de los que fuimos
jóvenes en los años 60 y 70 éramos prácticamente unos incultos que estudiábamos
francés en el colegio. Pero los que tuvimos la suerte de nacer en Mallorca se
añadieron las suecas a esa ignorancia. Seguíamos con ella pero follábamos más
que cualquier joven de la península, menos los de las costas. O sea que los
mallorquines y peninsulares que vivían en la isla de la calma tenían el tema
del sexo resuelto. Pero de repente uno se va a Madrid o Barcelona a buscarse la
vida creyendo que todo el monte es orégano y se encuentra con unos señores
vestido de gris que se dedican a pegar con unas porras a la gente, tirar bombas
de humo y pelotas de goma que duelen que te cagas, y a veces tiros al aire. De
la soleada Mallorca, de las suecas y de las playas, a correr por Gran vía o por
el Rastro delante de los grises. Pero lo peor no es correr delante de ellos, lo
peor es correr sin motivo alguno. Porque tú eres actor y has venido a Madrid a
trabajar de ello y te importa un huevo la política. Pero eso no se lo puedes
explicar a los grises. Cuando estalla el caos solo tienes dos opciones: correr
o esconderte donde puedas y esperar a que pase todo. No existe la posibilidad
de diálogo. Yo me escondido debajo de un puesto en El Rastro, en un portal, debajo
de un camión, en un comercio, en un parque, etcétera. Yendo una vez con Manuel
Maciá (compañero en este periódico), que había venido a Madrid por alguna razón
que no recuerdo, nos sorprendió una de esas carreras de los grises en la Plaza
España. En nuestra huída fuimos hacia la cuesta de Santo Domingo pero giramos
antes a la izquierda saliendo a una pequeña plaza. Pero en nuestra huída a
ninguna parte a Manolo le alcanzó una pelota de goma en la pantorrilla que le
hizo saltar en el aire. Nos metimos en un portal y esperamos media hora para
asomar la cabeza. El moratón que le provocó, además de mucho dolor, la pelota
de goma a Manolo asustaba. El moratón negro estuvo varías semanas en irse del
todo. Así era el día a día de la democracia de la transición en la capital de
España, las de los Franco, esos malnacidos que no quieren que se saque al
abuelo del Valle de los Caídos. Porque que nadie se engañé, la transición fue
una farsa de los franquistas y del Rey.
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