Hoy he tenido una comida de
familia, la de Ramis Frau, de la parte de mi madre, que ya no está con
nosotros. Nos hemos reunido como cuarenta entre tías, primos, sobrinos, nueras
y yernos, en la finca que tiene un primo en Binissalem. Entre los cuarenta
familiares había una variada amalgama de profesiones. Había municipales,
secretarias, amas de casa, empresarios, directores de cine, pintor,
comerciales, abogados, delineante, modelo, contable y estudiantes, sobre todo
esto último. El sesenta por ciento mallorquines de padre y madre, y la mayoría
de Mes y Socialistas. Cuatro de Podemos y dos del PP. O sea, que no se puede
decir que no hubiera variedad política. Huelga decir que sólo se hablaba en
mallorquín, no en catalán. Las paellas, la torrada, los cafés, las ensaimadas
de crema y de cabello de ángel, y el cava han sido acompañados de gritos,
risas, y discusiones. Más o menos dentro de un orden de personas serias. Pero
de repente hemos empezado a hablar de política y ahí se ha armado. En nada nos
hemos puesto de acuerdo, excepto en una cosa: en la decisión con respecto al
catalán de Francina Armengol. Todos estaban en contra de ella, y algunos que
habían votado a los socialistas estaban arrepentidos. ¿Es coincidencia que
todos los comensales, la mayoría mallorquines, estuviéramos de acuerdo en
rechazar la propuestas de la señora Armengol con respecto al catalán? ¿No
habría que hacer también un referéndum en Mallorca con respecto al catalán?
Porque yo sólo he encontrado a tres personas que están de acuerdo que todo sea
en catalán, y eso que veo y hablo con mucha gente durante el día.
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