El patriarca de los
Franceschi tenía un puesto de tiro al blanco pegado a la parte derecha de Arte
y Oficios, cuando la Feria de Ramos se instalaba entre los dos institutos. Lo
tenía lleno de cuadros al óleo pintados por él mismo. Yo, en aquel tiempo, iba
a Artes y Oficios a pintar y dibujar. Y cada vez que terminaba un cuadro me paraba
en el puesto de Franceschi para enseñárselo. El hombre delgado, de pelo y
bigote blanco, lo miraba durante un minuto o dos en silencio para luego decirme
los fallos que veía. Siempre constructivos e insignificantes. Él llevaba toda
la vida pintando y sabía mucho de colores y pinceles. Vas a ser un gran pintor,
siempre me decía. A mi me gustaba pararme allí, porque aparte de él, estaba su
hija Ana María, una chica mona, bajita, que a mí me hacía mucha gracia por la
forma de tratarme. Me sentía importante con ella, que no me llevaba más de dos
o tres años. Aquella menudita chica llevaba la vida dentro, era como una
maquina de hablar. Pero no incoherencia dignas de su edad, no, todo lo
contrario, era muy coherente con sus ideas. Para mí era la chica diferente de
las muchas que conocía, por eso esperaba con impaciencia terminar un cuadro
para enseñárselo a su padre y que estuviera ella. Esa situación duró tres años.
Dejamos de vernos cuando la feria se fue de los institutos, y nos reencontramos
cuando empezaron a ponerla en la Plaza España en Navidad. Allí retomamos la
amistad de juventud hasta hoy, que me he enterado que ha cambiado de dirección.
Siempre he pensado que Ana María tendría que haber sido política o haber
dirigido alguna de esas asociaciones en pro de la libertad y los derechos
humanos, antes que ferianta. He conocido pocas personas tan involucradas con lo
que les rodea como Ana María. Siempre tenía un argumento, una propuesta, una
solución para el momento. Nunca olvidaré las largas conversaciones sobre
política y cine que teníamos en la Plaza España junto a su puesto de castañas.
Ni tampoco a su padre y a lle mirando circunspectos mis obras. Ana María se ha llevado un trocito de mi
juventud que siempre recordaré.
miércoles, 25 de septiembre de 2019
jueves, 19 de septiembre de 2019
La moral indestructible de los de derechas.
Siempre he creído que los de
derechas son personas negociantes, interesadas y que lo tienen muy claro (no
hablo del obrero puro, duro y tonto que vota a la derecha). Por ejemplo, si
estuvieran en lugar del señor Sánchez e Iglesias ya habrían llegado a un
acuerdo hasta en los sobresueldos. Porque ellos son así: van a lo suyo y los
demás les importan un huevo. Y eso, según como se mire, es admirable. Por eso
suelen conseguir lo que quieren. Si basta ver a los mafiosos Pujol o los pisos
buitres de la señora Botella, para darse cuenta de lo unidos que están. Son
gente que se ayuda y no les importa que uno sea un torturador, un ladrón o de
la familia Franco, da igual, si es de derechas se le ayuda. En cambio, los de
izquierdas son diferentes, se pelean entre ellos sin importarles perder. ¡Hasta
la guerra civil perdieron por desorganización y desentendimiento! Y lo que está
claro es que hemos aprendido poco. ¿Pero por qué uno es de derechas? Quitando a
los obreros tontos o pelotas que los votan y a los que son por tradición y poca
personalidad, ser de derechas es para flipar. ¿Por que? Prácticamente casi todo
el mundo está en su contra, sobre todo los artistas. Por eso ellos pasan del
arte en general porque saben que no son de los suyos. No les interesa la
Cultura porque hace pensar y eso no es bueno para la derecha. Ellos quieren
pueblos ignorantes como los que dirigió durante cuarenta años Paquito. Pero
echemos un vistazo a la historia que está ahí. La mayoría de las películas
buenas son de izquierdas, la mayoría de los artistas plásticos son de
izquierdas, la mayoría de los escritores son de izquierdas, la mayoría de los
intelectuales son de izquierdas, la mayoría de los grandes hombres y mujeres del
mundo son de izquierdas, ¿sigo? A una persona normal y corriente eso le
influiría de manera drástica y le haría pensar, hasta podría avergonzarse votar
a la derecha, pero no a uno/a de derechas, que se la trae floja. PP es el
partido más corrupto de la historia de España, pero sus militantes van con la
cara bien alta y siguen luchando por su partido. Y para rizar el rizo se
entienden con VOX con dos cojones. Me quito el sombrero, así se puede ganar
todo, como están demostrando. En cambio los de izquierdas siguen sin ponerse de
acuerdo aunque gane la derecha o la ultraderecha, como guste más. Lo importante
para la izquierda es el pueblo, el bienestar de los españoles. Para la derecha
es un negocio, nada personal.
domingo, 8 de septiembre de 2019
El único e irrepetible Camilo Sesto..
En la época que conocí a
Camilo Sesto vivíamos en Madrid, en la plaza del Mercado de San Miguel, cuando
aún no se había hecho la transformación de ahora. En la misma plaza vivía un músico
en un sótano (en Madrid es muy habitual vivir en sótanos de edificios) del
edificio pegado al nuestro. Su casa era un estudio de música y conocía mucho a
Camilo. Un día, tomando unas cervezas en el bar de encima de su casa, me dijo
que Camilo quería producir algo de teatro. Enseguida le ofrecí Esta noche hay
que matar a Franco, que no hacía ni un mes la había editado una editorial
valenciana. Al cabo de una semana volví a tomar una cerveza con el músico, que
se llamaba Julián. Me dijo que a Camilo le había encantado la función y que
quería hablar conmigo. Nos invitaba a cenar al día siguiente. Y así lo hicimos.
Camilio vivía en una urbanización de lujo a unos veinte kilómetros de Madrid
(no recuerdo ni el nombre de la urbanización ni la zona). Nos recibió un chico guapo,
de unos treinta años que perdía aceite por todo. Nos hizo pasar a un salón que
era más grande que mi casa entera. Allí nos esperaba otro chico guapo, que por
lo visto era familiar de Camilo. También perdía aceite. Nos sirvieron una copa
de vino blanco y a los diez minutos apareció Camilo Sesto en persona. Vestía
pantalón y túnica blancos. Era una especie de mujer que interpretaba el papel
de hombre, más o menos. Simpático, agradable, educado, tuvo la delicadeza de
enseñarme su dormitorio, un espacio de unos veinte metros cuadrados lleno de
espejos, inclusive el techo. Era impresionante. En mi vida había visto nada
parecido. La puerta del baño también era un espejo. Luego volvimos al salón
donde ya estaba la comida encima de una gran mesa de cristal. Era una bandeja
de marisco frío y nada más. A mí y a Julián nos encantaba el marisco y nos
pusimos morados. Durante toda la cena Camilo no dejo de hablar de él mismo, de sus
éxitos en el mundo, sus discos, sus fans, y así más de una hora, Los dos chicos,
que no sabían comer marisco, prácticamente no abrieron la boca. Luego pasamos
de nuevo al salón y nos hizo sentar en el sofá, delante de un enorme televisor
y un equipo de música impresionante, con dos bafles más altos que una mesa
normal. Y allí ocurrió algo que nunca olvidaré en mi vida. Algo que supongo que
pocas personas pueden decir que lo han vivido. No sé si fue porque yo era un
tipo atractivo y me quería follar, o porque era director de cine y teatro, no
lo sé, pero fue alucinante. Puso el aparato de música en marcha y empezó a
oírse Jesucristo Superstar a todo volumen. Y, de repente, empezó a cantar. Creí
que se rompería todo lo que fuera cristal, pero no fue así. Sentado en el sofá
con Julián, me trague todo el musical entero de Jesucristo Superstar, oyendo
cantar en vivo y en directo a Camilo Sexto. No era play back, era su auténtica
voz. Los demás cantantes estaban grabados. Increíble. Después de casi dos horas
al borde de la locura, terminó el espectáculo y aplaudimos. Volvió el silencio
y dijo Camilo sentándose en su sofá como si nada hubiera ocurrido: “A ver, cuéntame
cómo quiere montar tu maravillosa obra de teatro, Martín.” Le conté lo que pude
y como pude. Me contesto: “Lo daré a mis asesores para que estudien tu
propuesta y llamaré a Julián.” Se levantó y se despidió de nosotros, que
volvimos a Madrid en silencio sin creernos lo que nos había pasado. A Julián
nunca más le llamó, al menos que yo sepa, el asunto se fue olvidando como
tantas y tantas cosas se olvidan en Madrid del espectáculo. A pesar de todo tengo un buen recuerdo de él, se portó como un señor y un inconmensurable cantante.
martes, 3 de septiembre de 2019
LOS TONTOS DE SIEMPRE
Muchas veces he repetido lo
que dijo Orson Wells de que el setenta por ciento de la humanidad era figuración
(para los no iniciados: tontos). En mis años vividos he comprobado que se quedó
corto. Y basta entrar en Facebook (la hoguera de las vanidades) para
comprobarlo. Cada día suelo entrar en la plataforma y me sorprenden las
mentiras que se dicen. Pero más me sorprende que haya burros y burras que se
las crean. Esto viene a cuento con lo que ha salido de Amancio Ortega, Risto
Mejide y otros famosos, que por lo visto ganan dinero a espuertas con el Bitcoin.
Yo he leído estas noticias y me he quedado ingual porque no soy muy inteligente,
pero no tonto. En cambio miles de personas que ven estas noticias corren a
invertir para hacerse millonarios. Hay que ser retrasado/a para creerselo. Y el
chiste es que luego salen en la televisión lamentándose que les han estafado. No
me dan nada de lástima está gente porque ellos son los únicos que tiene la
culpa. Los estafadores son delincuentes, se merecen la cárcel y pagar multas,
pero no son culpables de que los tontos les crean. ¿Por qué yo no invertí
dinero para hacerme millonario? ¿Hay alguien con el cerebro tan pequeño que
cree en estas pratañas? Sí, miles.
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