2009 hice el montaje de Luces de Bohemia para el Auditórium de Palma. En dicho montaje conocí a jóvenes estupendos y con mucho o talento, entre ellos, una chica de Sa Pobla que nos ofreció por 400 euros un schnauzer de 2 meses precioso. Cuando nos lo enseñó y vimos su mirada, se lo compramos sin pensarlo. Aquel perrito, que bautizamos como Páris, el novio de Julieta en la obra de Shakespeare, estaría con nosotros los siguientes 12 años. Con su clase, su mal humor, su cariño, su inteligencia, sus interminables ladridos que casi nos vuelven locos, nos acompañaría por doquier. Porque cuando nosotros tenemos un perro lo llevamos por todas partes y lo presentamos a todo el mundo. Forma parte de nuestra familia, es uno más, aunque con más pelos. Pero desgraciadamente los 14 años se han consumido y hoy, 3 de julio a las 12 de la mañana, Páris se ha marchado al Cielo de los perros, ayudado por mi amigo Agustí, mi veterinario favorito. Y se ha ido con nosotros al lado, besándolo y abrazándolo por el mucho amor que nos ha dado todo este tiempo sin pedir nada a cambio. Siempre recordaremos a este viejo gruñón con descendencia alemana, al que le encantaban los niños y era incapaz de morder a nadie. A él solo le preocupaba seguir a Beatriz donde fuera, no la dejaba ni a sol ni a sombra. La seguía a todas partes, y cuando te acercabas a ella, rugía en broma. Las próximas noches serán tristes porque nos hará falta su presencia. Sobre todo por las noches, que al dormir con nosotros en la cama, la cosa se complica. Porque siempre ha dormido encima la cama; ni siquiera tiene una cama para él. Así somos los que nos gustan los perros, nuestros mejores amigos, sin ninguna duda. Tendríamos que imitarlos, a lo mejor nos iría mejor. Ya me dirás dónde te has ido Páris.
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