Toni Serra, con la actriz Betriz Barón y el autor de este texto.
Normalmente no escribo mucho de una persona a la que no conozco, pero esta vez va a ser una excepción. Hablaré de un hombre llamado Toni Serra, nacido en Inca, un pueblo del centro de Mallorca, que he visto tres veces, y una de ellas ayer, en su setenta y tres cumpleaños. Encarna Alabau, una amiga, me dijo que Toni nos había invitado a su cumpleaños porque cuando nos conoció le caímos bien. Aceptamos porque la empatía fue mutua. Hay personas que te caen bien o mal desde un principio, aunque yo no hago caso a esto porque cuando conoces bien a la persona te sueles llevar sorpresas. Pero creo que con Toni no me llevaré ninguna (en todo caso buena) porque aparenta ser una persona abierta, sin problemas y de una personalidad nada complicada. Sin contar su carismática personalidad y saber estar. Y lo más sorprendente es el lugar donde se celebró la fiesta. Una casa sin puertas en el campo en un deplorable estado, de techo alto de vigas centenarias. Garaje, trastero, almacén, todo junto a la vez, abarrotado de cosas aparentemente inservibles llenas de polvo. Fuera, un toldo de uralita y plástico azul oscuro, dan sombra a cinco mesas largas y rectangulares de plástico. Lo que nos rodeaba eran desechos de todo tipo, pero las personas que estábamos allí, dábamos una luz impresionante, sobre todo Toni, que parecía uno de esos aristócratas que invitan a sus distinguidas amistades a sus rincones secretos donde solo van los elegidos. Toni Serra es un señor que se puede permitir invitar a sus amigos, entre ellos el alcalde Virgilio Moreno, alcalde de Inca (que según el anfitrión está haciendo un buen trabajo en el pueblo), o Toni Obrador, el genial guitarrista que formó parte de Los Pekeniques o al primer director de cine comercial de las Illes Balears (yo), en un espacio que si no eres alguien importante, no va nadie. Al menos, las más o menos cincuenta invitados a su fiesta de cumpleaños estaban encantados con él. Y eso se ve cuando una persona está bien realmente al lado de otra. He ido a cumpleaños (intento ir a los mínimos) en el que se ve una cierta tirantez, frialdad con el/la que cumple. Pero en la fiesta de Toni era todo lo contrario, ser respiraba cordialidad, cariño y aprecio a raudales. Daba la sensación de que todo el mundo estaba como en su casa. En cuanto a la comida, Toni era el chef ayudado por expertos ayudantes que se lo tomaban muy en serio. El plato eran burballes cocinadas en una enorme cacerola donde se metió todo tipo de carne de caza y verduras. La verdad es que cuando yo lo vi no me entraron ganas de comer. Pero cuando me tocó comerlas, flipé. Estoy acostumbrado a ir a buenos restaurantes (buenos no significa caros) y las burballes de Toni Serra son de restaurante de 4 tenedores, al menos. Impresionantes. Nunca he comido unas tan buenas. Pero realmente lo que me ha motivado a escribir esto, es que el cumpleaños de Toni me ha recordado algunos veranos de mi infancia, la de aquellos domingos de calor en la viña de mis tíos Margarita y Miquel, en Binissalem. Fuera de la caseta también tenían un porche tapado con uralita donde había colocada una larga mesa (para 20 personas) de madera con sus correspondientes bancos. Allí, igual que en el cumpleaños de Toni, cocinábamos y comíamos al ritmo de las canciones de los 70 que salían de una vieja radio. También me recordó esas maravillosas comidas que salían en las películas italianas de los 60 donde después de comer bailaban desenfrenadamente. Por ejemplo en La escapada de Dino Rissi y de mi admirado Vittorio Gasman. Fue como retroceder en el tiempo de la mano de un señor llamado Toni Serra, de Inca, para más señas.
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