Ahora y en un futuro todo el mundo hablará de Yurena por que los Javis van a hacer una serie sobre ella, igual que hicieron con la Veneno. Ayer, haciendo zaping, ya se decían de todo en Tele 5 hablando sobre ella. Pues bien, yo conocí a Tamara cuando era famosa, y fue en Madrid. Entonces vivíamos en la capital en una bonita bohardilla en la plaza del mercado de San Miquel, cuando era un mercado normal y corriente. Beatriz estaba trabajando en el Teatro Muñóz Seca con la obra "10 negritos" y yo estaba en tratos con Juanjo Seoane para montar una de mis obras. Resulta que a unos cincuenta metros del portal de nuestro apartamento había un pequeño bar donde cada día me reunía con algunos actores y actrices para hablar de teatro, y entre ellos había un músico que se llamaba Javier no se qué. Un día me dijo que había escrito una canción para Tamara y que se la tenía que llevar a su casa. El problema es que le daba vergüenza ir solo, y me pidió si podía acompañarlo. Le dije que encantado (yo me apuntaba a un bombardeo), y ese mismo día nos fuimos sobre las ocho de la coche (era en invierno) hasta detrás de Callao donde había muchos puticlubs. Entre club y club, había un destartalado edificio en el que nos metimos por un estrecho portal que daba a una estrecha escalera. No había ascensor. La luz era escasa y había por todo suciedad. El olor era ha podrido. Daba miedo, la verdad. Subimos tres pisos y nos encontramos con un largo pasillo mal alumbrado flanqueado de puertas, la mayoría en mal estado. No exagero, pero parecía que estábamos metidos en una película de esas americanos de los bajos fondos. Llegamos a nuestra puerta a la que le habían dado un puñetazo. Es aquí, me dijo Javier en un hilo de voz. Toque el timbre. Se oyeron varios ruidos y nos abrió la puerta la mismísima madre de Tamara con una chaqueta de lana gruesa, que muy amablemente nos hizo pasar después de que Javier se presentara. Era un piso con paredes que habían sido blancas y suelo con parket de olor marrón oscuro, oscuro. Prácticamente no había muebles, y los pocos que había eran viejos. La mujer nos llevo hasta un comedor también vacío con un gran ventanal sin cortina. Allí nos esperaba Tamara vestida de domingo, como se suele decir, sentada a la mesa del comedor. Una escúalida araña alumbraba en amarillo la estancia. Después de las presentaciones, Tamara nos invitó a sentar y Javier le dio una casete y le explicó como era la canción. Ella lo escuchó atentamente bajo la inquisitiva mirada de su madre que también se sentó a la mesa, y dijo que muy gustosa oiría su canción. Luego, nos contó lo gran actriz que era y lo extraordinaria cantante que también era, y terminó diciendo que España le estaba contra ella. Después, su madre nos acompañó hasta la puerta. Y, justo antes de cerrar la puerta, nos dijo: váyanse rápido que hay mu mala gente en esta escalera. Huelga decir lo rápido que salimos de aquel antro. En mi vida he estado en muchos sitios no recomendables, pero como aquella escalera y aquel pasillo con puertas, pocas veces. La canción de Javier, nunca la cantó Tamara. Lo que más recuerdo de aquella escena dantesca es a Tamara con su pelo horrible y peinado con mucha laca, que en ningún momento se levanto de la silla, hablándonos como si fuéramos sus vasallos. Lástima no poder grabar estas cosas que a uno le ocurren en la vida.
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