Desde que existe la televisión siempre he oído decir que la televisión es basura. Y la verdad es que nunca me había parado a pensarlo porque no soy muy televisivo, de hecho, solo veo noticias de noche en Antena 3, La 2 y alguna que otra película. Del resto que se hace en la caja tonta, soy un ignorante. Pero qué ocurre, que cuando hacen publicidad siempre hacemos zaping y nos enteramos de muchas cosas. Por ejemplo, que la basura que emite Tele 5 es inconmensurable. No sé cuántos retretes debe de haber en sus estudios. Deben de estar cagando día y noche. Pues bien, ahora sí que se puede decir que la televisión es basura, pero más exactamente Tele 5 y sus programas del corazón. Sálvame es la cumbre de la miseria humana con sus eunucos y mamarrachas destripando al ser humano durante no sé cuantas horas. Pero que quede claro que la culpa no la tienen los que trabajan en este programa, la culpa la tienen las personas que lo ven. Y ahora para culminar las miserias de la miseria, la entrevista de la hija de Rocio Jurado: la Carrasco. Ahí, en plano corto contando sus penas, previo pago, a más de 5 millones de telespectadores, por no decir, becerros. ¿Tanto importa la relación del exguardia civil, que se quedó con el dinero de unas multas, y la hija de la Jurado que nunca ha salido de la sombra de su madre? ¿De verdad interesa tanto? ¿Tan vacía está la gente? ¿Tan perdida? En plena pandemia, cuando no deja de morir gente entubada sin poderse despedir de los suyos, va Tele 5 y monta un número más de su circo. Pero el colmo de los colmos es que empresas de primeria línea anuncian sus productos en los intermedios. Eso si es triste. En España da igual todo, el último maricón, como diría Antonio Ozores.
miércoles, 24 de marzo de 2021
sábado, 20 de marzo de 2021
Zoilo Pollès y Paco Gómez Escribano.
A
veces no hay que acudir a una editorial de las grandes, ni siquiera a un
escritor de los consagrados o mediáticos para encontrarte con una novela
cojonuda y disfrutar como un yonqui con pasta a las puertas de un poblado chabolista.
La novela es una novela negra que por momentos recuerda a Merinero: Zoilo Pollès, un personaje amoral metido en movidas raras que nos cuenta sus andanzas tal
y como van ocurriendo sin importar la índole de las mismas y sin importar si el
lector se va a sentir o no escandalizado o dañado en su sensibilidad ante tales
ráfagas de incorrección política.
Para que sepáis de qué van los tiros, la novela, pese a ser
negrísima, está emparentada con el Surrealismo y el Realismo sucio, que siempre
maridan bien con los bajos fondos. En definitiva, que te quedas con ganas de saber qué
coños va a hacer ese cabrón de Zoilo Pollès cuando acaba la novela y si Martín G. Ramis nos los contará
en un futuro. Y es que sabe a poco. La lectura deja regusto a saga que acaba de
comenzar, al bocata de calamares y el vermú que has consumido intentando no
manchar el libro de grasa sin conseguirlo, sabor a paseo nocturno por el centro
de la ciudad intentando localizar personajes de la novela que se te han quedado
metidos dentro de la cabeza.
Martín G. Ramis (Martín Garrido Ramis) ha hecho una novela castiza, irreverente, una novela de bares que parecen a punto de cerrar, de personajes que parece que están a punto de poner fin a sus vidas, de tramas y subtramas que se apuntalan premeditadamente con postes tan frágiles que parecen a punto de derrumbarse, pero que se sostienen, y cómo. Y todo girando alrededor de un personaje protagonista al que odias y amas a partes iguales, y que es el que nos cuenta su historia en primera persona, sin tapujos, sin cortarse un pelo, mostrándonos toda su gama de malas artes, malas formas y toda su retahíla de actos tan ilegales y amorales como, por momentos, revestidos de una justicia poética un tanto peculiar, tan peculiar como él mismo.
En
esta novela no importan mucho las tramas, al igual que en las clásicas
novelas harboiled americanas.
Lo que importa es el día a día del personaje, su universo de chalados y
espacios físicos, los territorios sociales y mentales, las disparatadas
historias que giran alrededor de una trama genial conseguida desde lo absurdo
de un personaje machista, egoísta, amoral y sin prejuicios, que va por la vida
aprovechándose de los demás a la vez que cosecha heridas y cicatrices físicas y
psíquicas.
Zoilo
Pollès trabaja de guardia de seguridad y le gustan las armas. Un día conoce a
un inspector de policía franquista que le ofrece trabajo como ayudante de
detective. Y ahí comienza todo. Comienza
una novela que es un oasis dentro de un desierto literario demasiado denso como
para dejar que pase inadvertida. Atrévete. No te arrepentirás.
Si no te mola, mira, lo siento, no voy a devolverte el dinero. Pero es que
nadie devuelve el dinero invertido en libros. Y…, mejor que así sea. Sí, casi
mejor.