A
veces no hay que acudir a una editorial de las grandes, ni siquiera a un
escritor de los consagrados o mediáticos para encontrarte con una novela
cojonuda y disfrutar como un yonqui con pasta a las puertas de un poblado chabolista.
La novela es una novela negra que por momentos recuerda a Merinero: Zoilo Pollès, un personaje amoral metido en movidas raras que nos cuenta sus andanzas tal
y como van ocurriendo sin importar la índole de las mismas y sin importar si el
lector se va a sentir o no escandalizado o dañado en su sensibilidad ante tales
ráfagas de incorrección política.
Para que sepáis de qué van los tiros, la novela, pese a ser
negrísima, está emparentada con el Surrealismo y el Realismo sucio, que siempre
maridan bien con los bajos fondos. En definitiva, que te quedas con ganas de saber qué
coños va a hacer ese cabrón de Zoilo Pollès cuando acaba la novela y si Martín G. Ramis nos los contará
en un futuro. Y es que sabe a poco. La lectura deja regusto a saga que acaba de
comenzar, al bocata de calamares y el vermú que has consumido intentando no
manchar el libro de grasa sin conseguirlo, sabor a paseo nocturno por el centro
de la ciudad intentando localizar personajes de la novela que se te han quedado
metidos dentro de la cabeza.
Martín G. Ramis (Martín Garrido Ramis) ha hecho una novela castiza, irreverente, una novela de bares que parecen a punto de cerrar, de personajes que parece que están a punto de poner fin a sus vidas, de tramas y subtramas que se apuntalan premeditadamente con postes tan frágiles que parecen a punto de derrumbarse, pero que se sostienen, y cómo. Y todo girando alrededor de un personaje protagonista al que odias y amas a partes iguales, y que es el que nos cuenta su historia en primera persona, sin tapujos, sin cortarse un pelo, mostrándonos toda su gama de malas artes, malas formas y toda su retahíla de actos tan ilegales y amorales como, por momentos, revestidos de una justicia poética un tanto peculiar, tan peculiar como él mismo.
En
esta novela no importan mucho las tramas, al igual que en las clásicas
novelas harboiled americanas.
Lo que importa es el día a día del personaje, su universo de chalados y
espacios físicos, los territorios sociales y mentales, las disparatadas
historias que giran alrededor de una trama genial conseguida desde lo absurdo
de un personaje machista, egoísta, amoral y sin prejuicios, que va por la vida
aprovechándose de los demás a la vez que cosecha heridas y cicatrices físicas y
psíquicas.
Zoilo
Pollès trabaja de guardia de seguridad y le gustan las armas. Un día conoce a
un inspector de policía franquista que le ofrece trabajo como ayudante de
detective. Y ahí comienza todo. Comienza
una novela que es un oasis dentro de un desierto literario demasiado denso como
para dejar que pase inadvertida. Atrévete. No te arrepentirás.
Si no te mola, mira, lo siento, no voy a devolverte el dinero. Pero es que
nadie devuelve el dinero invertido en libros. Y…, mejor que así sea. Sí, casi
mejor.
Que Paco Gómez Escribano te escriba una crítica como esta sobre tu novela, es un verdadero lujo dada la categoría que tiene este señor en la literatura negra. Reconocidísimo autor de literatura negra (que más que negra es auténtica literatura sin etiquetas), que hace unas semanas el mismísimo Arturo Pérez Reverte elogió su última novela 5 JOTAS, es un filósofo de la vida, siempre del lado del perdedor, del que necesita ayuda. Un honor.
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