Yo conocí a Manuel Avilés cuando era director de la nueva penitenciaria de Palma, y el motivo fue para pedirle si me dejaba rodar unas escenas de la película de mi hijo Vidas tenebrosas. No tuvo problema en recibirme cuando hubiera podido relegarme a cualquiera de sus empleados. Pero no, él me recibió personalmente y fue muy amable, como deberían ser todos los funcionarios que trabajan para el ciudadano. Aparte de esto, no tuvo ningún problema en dejarnos rodar en la antigua cárcel que estaba cerrada. Se rodaron las escenas; él hizo eficazmente un pequeño papel, y nos despedimos. La siguiente vez que he sabido de él ha sido por su libro De prisiones, putas y pistolas, que he leído con interés. La verdad es que pensaba leer una especie de thriller escrito por un campechano director de cárcel y poco más. Pero no ha sido así, ha sido todo lo contrario. Es más, creo que el señor Avilés debería escribir muchos más libros. El bien y el mal, en especial el mal, y su conflicto, su lucha, siempre ha sido un tema recurrente del escritor de serie negra, pero Avilés va mucho más allá. Crea una intriga política y una profunda reflexión sobre la banda terrorista ETA. Su prosa es precisa, depurada, es absorbente, con una progresión dramática y una tensión perfecta, y, sobre todo, una concisa creación del clima donde el espacio cobra importancia creando una trama política que envuelve unas vivencias únicas e irrepetibles. Hay que leerlo.
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