Acabo de leer un reportaje sobre La Misericordia de Palma de Mallorca, un edificio que siempre me ha encantado. Imponente al mismo tiempo que tétrico y misterioso. Mi madre me contaba que allí dejaban a los niños que los padres no querían y a los ancianos para morirse, que no tenían a nadie. Muchos años después yo rodé unas secuencias de mi película Una función para olvidar. El responsable político de La Misericordia de aquel momento me dio permiso para hacerlo. Rodamos tres días en una de las salas del segundo piso sin problema alguno. La cuestión es que el técnico de sonido directo que había venido de Madrid y era admirador de Iker Jiménez, al final del primer día, cuando paramos para comer, me dijo si lo podía acompañar al piso de arriba. Le acompañé y me enseñó un montón de salas abandonas y sucias. Incluso con literas de metal desvencijadas por el tiempo. Por lo visto el técnico ya se había enterado de todo o casi todo de lo que había pasado en aquel edificio muchos años atrás. “¿Puedo dejar la grabadora esta noche aquí arriba?” me preguntó. Le dije que si. Yo no creo en nada de lo que no vea, esa es mi política, y me daba igual que dejara la grabadora allí toda la noche. Al día siguiente empezamos a rodar con normalidad y cuando paramos para comer el técnico volvió a llevarme aparte y me dijo: “¿Quieres oír la cinta?” Le dije que me daba igual, pero que si se empeñaba. Nos fuimos aparte mientras actores y equipo se tomaban los cafés, y me puso la cinta. Lo que voy a contar es auténtico y lo dice una persona bastante incrédula con lo paranormal. En la cinta se oían como pasos y unos gritos lejanos. Auténtico. No miento. Escuche cuatro o cinco veces esos sonidos. No podía creérmelo. Y ahí se quedó la historia. Supongo que el técnico de sonido aún tendrá la grabación. ¿Qué era aquello que se oía? Lo que estaba claro es que la grabación no estaba manipulada. Por la noche oyeron la grabación todos los del equipo en el hotel. Fliparon como yo. ¿Verdad o mentira? No lo sé. Lo cierto es que aquel edificio lo dirigían curas y monjas, y con esa combinación puede pasar de todo. Lo inimaginable.
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