Yo he visto una vez en mi vida a Carlos Pumares, y fue cuando estaba de moda con un programa de radio que tenía por las noches. Fue en un festival de cine que no recuerdo (tendría que buscarlo en mis archivos físicos y eso es mucho trabajo) y fue con la película Proceso a ETA (ahora Melodía interminada) dirigida por Manuel Macià y protagonizada por Beatriz Barón, yo y una colaboración especial de Pedro Ruiz. Cuando vi a Pumares por primera vez fue en el estreno de la película en el festival a las diez de la noche. Yo nunca veo las películas en las que participo. Por eso, en los estrenos, espero a salir de la sala a los diez minutos de empezar la proyección. Esa noche hice lo mismo y salí al bar a tomarme una cerveza. La barra estaba vacía y, de repente, Pumares salió de la sala y se acercó para pedir un café con leche. Estábamos a unos cinco metros de distancia. Tomó su café y se marchó. Casi una hora y media después terminó la película y me vi con José Gago (el productor de la película) y le conté la anécdota. Lo conozco bastante, me dijo. Voy a telefonearle a la radio ahora mismo. Y así lo hizo desde el mismo hall del cine. Volvió a los diez minutos y dijo que ya estaba todo arreglado: pondría bien la película. Poco más de una hora más tarde, oímos su programa en la radio y ponía bien nuestra película sin verla. Así son lo poco creíbles críticos. Anoche vi empezar a ver El huerto del francés y no había por donde cogerla. Aguanté quince minutos, en cambio, antes de la película, los tertulianos de Historia de nuestro cine, la ponía bien. En su estreno la película fue vapuleada por la crítica y el público no fue a verla, en cambio, ayer tocaba ponerla bien en televisión. En mi época de joven había un dicho popular que decía, que si la crítica de una película era buena no había que ir a verla. Pues eso. Para que Pumares te pusiera bien había que ser amiguete.
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